Carlos Cuesta | 20 de noviembre de 2018
Objetivamente era complicado que el partido de Pablo Iglesias hablase de manoseo de la Justicia. Porque fueron ellos quienes plantearon, negro sobre blanco, el control de la Justicia por el Ejecutivo. Pero lo hicieron. Porque ellos son capaces de esa incongruencia y de muchas más. Así es la hipocresía podemita.
Y, tras hacerlo, la hipocresía podemita les ha llevado a un nuevo capítulo de su habitual forma de ser. Les ha llevado a entrar en las negociaciones del Poder Judicial para no ver desde la barandilla ese manoseo del Consejo General del Poder Judicial, sino ser parte privilegiada de la politización de la Justicia.
El tictac de Pablo Iglesias marca su nuevo plan republicano
El acuerdo entre el PP y el PSOE para renovar al presidente y a los vocales del CGPJ ha servido para que ambos partidos se repartan a partes iguales los 20 sillones que conforman el consejo. Incluso el puesto del presidente que, teóricamente, debía ser elegido por los vocales, pero que ya tiene nombre sin que se hayan pronunciado los vocales.
Ambos partidos siguieron la estela trazada después de que el PSOE alterara el sentido constitucional de designación del CGPJ en 1986. Pero el PP dio un paso más en esta ocasión: invitó a Ciudadanos a entrar en parte de sus designaciones. Y Ciudadanos no aceptó. El PSOE hizo lo propio con Podemos. Y el partido de Pablo Iglesias sí acepto.
Y así es como la hipocresía podemita volvió a hacer gala de su eterna existencia. Y el partido que aseguraba que nunca entraría en las componendas de aquellos de los que decía que eran iguales -PP-PSOE- pasó a ser partícipe de sus propias críticas a ellos.
Gracias a ello, Podemos incluyó hasta tres nombres para demostrar que no solo quería el manoseo, sino que, además, lo deseaba desde hace tanto tiempo que tenía preparados hasta sus candidatos: la exdiputada podemita Victoria Rosell; el juez que llevó a Europa la ley hipotecaria, José María Fernández Seijo; y Esther Erice, la presidenta de la Audiencia de Navarra.
Porque la hipocresía podemita llevó a la formación de Pablo Iglesias no solo a entrar en la componenda de la Justicia que no quería cuando él no se beneficiaba, sino que incluso pretendió contar con tres vocales de entre los 11 que forman la mayoría del bloque comandado por el PSOE, con lo que demostró que lo que realmente buscaba era convertirse de facto en una minoría de bloqueo y, por tanto, el partido que no entrase en el manoseo, sino que dirigiese ese manoseo a su antojo.
Porque nadie debe olvidar que, más allá de sus mentiras, el partido morado de hoy es el mismo que el que hace tan solo un año y medio y, a propuesta directa de Pablo Iglesias, llegó a redactar su proposición de que la «coordinación» de «policías, fiscales, jueces y órganos fiscalizadores de la Administración” debía quedar bajo el Poder Ejecutivo. Claro está, cuando ellos accedieran a él. Y el mismo partido que, haciendo de nuevo gala de la hipocresía podemita, tardó quince minutos en reformar el documento al ver las críticas frontales de jueces y fiscales. Un cambio que lo llevó a alterar el texto para limitarse a enumerar entre sus funciones «la especialización y coordinación de aquellos agentes de la Administración implicados en su descubrimiento e investigación», sin especificar cuáles eran y hasta qué punto un Gobierno intervendría en esa coordinación.
Pero ese cambio no tuvo nada que ver con su planteamiento de fondo, sino con el hecho de que no tienen ni el más mínimo reparo en mentir u ocultar sus deseos siempre dictatoriales y anuladores de la división de poderes.
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